PÁJARO DE CHINA

miércoles, 10 de junio de 2009

SENTADA EN TU S

Si pudiera, no viviría en un mundo de líneas rectas y ángulos implacables que terminan clavándose en la piel como estiletes. Huiría de las retículas, las grillas y los bordes afilados y me quedaría mirando el mar sentada en la S de tu silla. Descansaría en las curvas que no cortan los dedos y en las formas que no me deforman como sujeto. Cerraría los ojos y acariciaría la textura sencilla de tus materiales y el anonimato de tus tecnologías. Me pasaría la vida reclinada en alguno de tus interiores serenos, suaves y cavernarios, para que me conduzcan de regreso y de la mano a la placidez inconsciente del útero materno. Vería estallidos de color por todas partes, como se ve de pronto el brillo de los sargazos en el mar bautizado con su nombre. Los colores no se hundirían desvaneciéndose como los sargazos, dejándote un sabor a espejismo inútil. Rompería con la tradición de mis ancestros. Creería. Creería sin hacer esfuerzos, sin apoyo eclesiástico, prescripción médica ni sugerencia de mi terapeuta. Me buscaría otro perro hermano de tu perro y lo llamaría, como el tuyo, "Happy".

No me importaría nada de nada que la gente pensara que es un nombre idiota. No abandonaría tu silla salida de una S, la que salí a buscar porque el árbol me tapaba el bosque. Desde tu silla, que ahora es mía, conjuraría los prodigios del bosque y exorcizaría sus fantasmas. Apartaría el veneno de la melancolía y me entregaría sin pudor a la lucidez elemental del juego. Olvidaría la peste de los diagnósticos y la tribulaciones de las estadísticas. Nadaría en tu inocente psicodelia. Recordaría que hay posesiones que jamás conseguirán robarme. Como los sordos, vería las voces y, como los ciegos, olería la luz. Desconectaría mi cabeza y apoyaría una mano en mi corazón y otra en mi sexo. La S de tu silla me devolvería la noción de mis extremidades y la percepción de sus habilidades extremas. La infancia no sería cruel, la adolescencia no adolecería y la madurez no se llevaría a mis muertos. No pedí venir a este mundo pero ya que aquí estoy, quiero sentarme y respirar sin temor a la pérdida. No encontré los manuales y las brújulas y al Palacio de Invierno llegó un invierno que no quiere terminar. Entonces yo recorro con la punta de mis dedos la S que inventaste de un solo trazo y con una sola pieza de modesto plástico, para que no se me congelen durante la noche. Sueño con mariposas e investigo el interior inagotable de mis muñecas de trapo. ¿Qué hay, qué hay ahí, elusivo y brillante, resistiéndose a ser atrapado? Trapos que no se dejan atrapar. ¿Serán las mismas mariposas con las que sueño, dormidas en el vientre de mis muñecas? Pesquiso laberintos de hilo y extraigo desconcierto de sus costuras deliciosamente violentadas. Mi asombro es violento y mi curiosidad. En la S de tu silla no me duelen los huesos. No se ensucia la biblia de mis creencias. En tu silla que reclamó años de ensayo e investigación, como las buenas vacunas, hasta poder fabricarse en serie para que todos se sentaran en ella. Y ahora son pocos los elegidos, porque es muy cara, porque la han convertido en una pieza de diseño y un objeto de lujo cuando no lo es. Es una silla plástica en forma de S, que yo bien podría prestar y compartir, un rato cada día, multiplicando sus panes y sus peces porque sí.

Estoy acá sentada y con mi silla he parido las sillas vacías. La dicha del paisaje es un aburrimiento si no tengo a quien encomendársela cuando me voy al baño y a quien comentársela para dotarla de sentido. El día es un martirio y yo lo ignoro e inclusive me río, para que retroceda. Me acomodo en tu S extendiendo las piernas y al día lo conmino a la retirada. Es la única fórmula que presiento eficaz para batirme a duelo. Quedarme tranquila mirando las estrellas y arrojar el revólver el agua.


Panton Chair, diseñada por Verner Panton en el año en que nací.

4 comentarios:

  1. Brillante elogio de la curva, la sinuosidad... hoy precisamente al coger (con perdón) mi coche, un Citroën C4, pensaba en cómo me relaja la anatomía curvilínea de su salpicadero, y la ausencia de ángulos abruptos en la carrocería, a diferencia de los carros alemanes que suelen gustar a mis amigos.

    (Pero aunque tenga curvas la relación de un hombre con su coche es siempre homoerótica. Cuando manejo el freno de mano no puedo evitar la sensación de agarrar un falo.)

    "La infancia no sería cruel, la adolescencia no adolecería y la madurez no se llevaría a mis muertos". Evocadora de mundos posibles.

    besos mañaneros

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  2. Mil gracias, Rubén. Sí, la sinuosidad de la S es altamente preferible a la rigidez ... de la T, por ejemplo. Todo el tiempo nos estamos recostando y apoyando en formas. Obvio decirlo, la arquitectura y el diseño marcan a fuego nuestra forma de estar, en sentido literal, en el mundo. En cuanto al homoerotismo en el automóvil, sí, bien lo conocen las agencias de publicidad.

    Yo sigo perdida en tus asociaciones sobre la extranjería.

    Besos ... (a ver que salgo al balcón y constato) de tarde invernal con sol.

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  3. Me gusta la huella poética que imprimes a tus palabras...

    Recuerdo una novela de ciencia-ficción, "Mundo anillo", de Larry Niven, donde aparecen los titerotes, unos seres de un planeta remoto que han abolido todos los ángulos. En su mundo todo son curvas; aborrecen la violencia y la agresión que encarna el ángulo...

    TAmbién me ha venido a la mente "Los perros de Tíndalos", relato de terror en el que unos seres de otra dimensión, seres que representan el Hambre pura, se manifiestan en la nuestra a través de los ángulos. Un hombre desesperado que ha descubierto su presencia y sabe que lo buscan intentará suavizar, con escayola, los ángulos de su casa, antes de que sea demasiado tarde...

    abrazos

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  4. Las curvas se desperezan lujuriosas, ondulan y se extienden, agradecidas, porque Stalker se ha recostado en ellas. Y uno, avisado por Stalker, corre a sellar los ángulos de su casa, para ponerse a salvo de la boca del Hambre.

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