PÁJARO DE CHINA

domingo, 6 de septiembre de 2009

MEZCLARSE HASTA NO SABER

Yves Klein, Azul monocromo, 1961

Para Òscar Solsona, que sabe de qué se trata. 

I.     Cómo se entra a un color

A un color no se entra como a una habitación. No se empuña el picaporte de la puerta y se empuja hacia abajo y se da un paso adelante cerciorándose de que la luz está encendida. A un color se entra con el cuerpo y con todo lo que hay adentro. Del cuerpo y del color. Puede irse de a extremidades, gradualmente, para sentir una tremenda transformación irreversible operándose en la punta de tus dedos, en tu talón, en la curva intrigada de tu rodilla. Un color te opera. Te alza y te acuesta en la camilla, te rasga y te tiñe sin pudor. Mejor que dejes tus pudores afuera. Un color se desliza fatalmente por todos tus orificios. Mejor que no te selles los agujeros. Porque un color te invade. Tendrás el coxis y el estómago, las muñecas y la cinta espiralada de los intestinos impregnados hasta el fondo de las vísceras y dulcemente entregados a su suerte. No se trata de líneas. Las líneas se inscriben y se trazan. El color te habita. La línea es una letra del lenguaje, una turista extraviada en tránsito. El color es una cura de silencio, ha succionado y abolido el lenguaje.

El color no tiene límite ni forma. Es una zona infinita de sensibilidad. Se activan todas tus terminaciones nerviosas, abriéndose como flores en el agua. No hay juicios ni clasificaciones. No hay dolor. En el color el pasado y el peso se deshacen, se esfuman las alambradas que dividen los campos, no hay servidumbre ni sometimiento. Hay deslizamiento y flotación. Penetración, inmersión y ascenso, hasta un lugar donde jamás se termina el color. En el color no se lleva luto ni se mastican duelos. Uno se chupa la nuca, se lame los tobillos, se muerde las orejas y se escupe el ombligo, con tierna saliva de color. Es como si hubiera nacido contorsionista. Como si se trepara a trapecios invisibles. Podés comerte el color, como Van Gogh se comía los colores del tubo. Podés inhalarlo como una droga. El te comerá, también. Será un canibalismo igualitario. La deglución entre estrictos semejantes y recíprocas antenas y transmisores. Porque tu carne y el color son un bosque de esponja.


II.     Cómo se nada un color

Dejándose llevar. Si no sabés nadar y flotás boca abajo no importa, porque a esta altura estarás inundado de color. Es como si te lo hubieras tragado todo. Aunque está claro que no te lo tragaste. Los dos se bebieron mutuamente. O se comieron, donándose a bocados. Las distinciones conceptuales ya dejaron de tener importancia. Pero un color no es plano. Tiene accidentes geográficos. Remolinos hondos e imprevisibles, concentraciones que emergen como piedras volcánicas, oquedades y texturas dispares, al tacto y en su temperatura. Sentirás espasmos. El arco genital se tensará al máximo. Un color es sexo. Y el inmenso reposo que sucede al sexo, eso es, también. Flotarás con los brazos en cruz, aliviado. El color se ríe del madero y la corona de espinas. Un color no es sublime. Es prosaico como el pasto que rumian las vacas, como los ojos de las vacas que reflejan las nubes, como la sombra de las nubes que duerme en el lomo de las vacas. Un color es sagrado como un animal.

Se anuda a tus pies, te calienta el pecho, te lava la cara. Busca el refugio de tus manos abiertas. En un color se ahogan los prudentes de puños cerrados. Pero son náufragos que no verás. El color los expulsa para no mancharse. Un color es un templo que exilia a sopapos a los fariseos. Solo recibe a los intrépidos que no han medido. A los que no especulan ni trafican. A los que se sacaron los calzones antes de entrar y entregan todas las monedas por un gato (de tiza). A los que se aferran a un gato como quien se aferra a los mástiles de un buque, mientras se enardece y estalla la tormenta. Un color te abriga y te espera. Te sutura intradérmicamente la cicatriz.

Un color se deleita asediando el culo. Que para eso está. Tu culo. Además de para el pedestre oficio de sentarse, en diversos tronos. Imaginate el entusiasmo del color apoderándose, sin resistencias (obviamente), de tus cachas que no han visto el sol. Para un color no hay mayor desafío que el blanco de la estepa siberiana, de los parques helados en invierno, de la anestesia y el horror vacui de las pantallas mudas. Igual, te imagino niño, revolcándote alegremente en el color y ofrendándole el culo cual cabeza de San Juan Bautista. Pero acá nadie decapita, nadie corta, nadie sacrifica ni amputa neurotransmisores ni los cables ardientes del corazón. Un color es entrega.

III.     Cómo se sale de un color

No se sale. Y bueno, ¿qué esperabas? Tampoco se sale de la infancia ni de los grandes amores. Uno se queda así, coloreado in eternum. Que no es lo mismo que "colorido", que para eso alcanza con cambiarse de ropa. No hay camino de regreso. Presiento que tampoco quisieras intentarlo. El que se da no se quita, el viajero no abandona el viaje (no es la línea, nómade y retráctil). El que ingresó en el color sin pasar por la revisación médica, dejando sus modestas posesiones en el vestuario y guardando lo que debía guardar en la memoria sabía, cuando la primera partícula de pigmento se adentró en su psiquis y en su anatomía, que seguramente no podría volver. Por eso el color lo dejó entrar.

Así estás ahora, empapado de color como por una lluvia, con tu sangre vuelta sangre del color que elegiste para comulgar. Y yo creo que no te das cuenta y es esa inconsciencia lo que te hace bello. Porque tus incursiones no son excursiones ni tus cartas se envían con sellos de correo. En cada uno de tus gestos va toda tu vida por detrás y está Dios adelante, convertido en una espléndida manada de búfalos. Es posible que extiendas tu mano y no lo toques. Tocarlos es, en definitiva, lo que menos importa. Lo que importa es extender la mano y ver los búfalos, aunque no existan. Porque tampoco la existencia de los búfalos es importante. Lo que importa es verlos, hechos de la materia del deseo y la revelación.

No necesito ver Constantinopla para ser que existe, dijo una vez un rey. No necesito ver un muerto para llorar. Me basta con ver subir a la gente a los autobuses. No necesito que me cuenten un chiste para reír. Me sobra con mirarme en el espejo.

Lo que quisiera es, simplemente, un color. Mezclarme en él, como vos te mezclás con cada cosa, hasta no saber. No saber dónde acabo ni dónde termino, dónde dejé mis brazos y mis piernas, dónde quedó mi cabeza cansada de la lógica y mi corazón abatido por los autobuses. No saber si soy yo o si soy el color o si somos, al fin, el mismo estremecido y liberado asombro. Saltar y que me lleve el color, que será mi red, aunque la gente tropiece con mis pedazos dispersos en la calle.

No estoy aquí, me decís, donde pueden tocarme. Me fui al color y que me mire el que pueda verme.

Yves Klein, Salto al vacío, publicado en un Diario de un solo día
Domingo, 27 de noviembre de 1960


Dijo Pilar, volviéndose verde-Federico 
mientras navegaba en el azul Klein:

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

Y dijo Arturo, mezclándose en la mezcla de Oliverio,

porque Arturo es pura mezcla con el mundo:

No sólo
el fofo fondo
los ebrios lechos légamos 

telúricos entre fanales senos
y sus líquenes
no sólo el solicroo
las prefugas
lo impar ido
el ahonde
el tacto incauto solo
los acordes abismos 

de los órganos sacros del orgasmo
el gusto al riesgo en brote
al rito negro al alba 

con su esperezo lleno de gorriones
ni tampoco el regosto
los suspiritos sólo
ni el fortuito dial sino
o los autosondeos 

en pleno plexo trópico
ni las exellas menos 

ni el endédalo
sino la viva mezcla
la total mezcla plena
la pura impura mezcla 

que me merme los machimbres 
el almamasa tensa las tercas hembras tuercas
la mezcla

la mezcla con que adherí mis puentes


Y llegó Portinari y dijo, abriéndose la garganta,
desde el fondo del mar:


A un color se entra desnudo, sin cuerpo, de sí.
Lleno, sin embargo, el recipiente de deseo,
locura, vibración emotiva.
Lleno de lágrimas.
Lleno de búfalos que no se ven,
de los pedazos nuestros esparcidos
al ser cortados por la red que nos sujeta.
De ojos abiertos sin ser ojos,
de pupilas dilatadas dispuestas
a recibir el color en ellas, por entero.
Un color se devora a dientes llenos,
a boca abierta de mandíbula desencajada.
Con manicomio enfurecido allá,
donde vigilaba la testa,
al mismo tiempo que te engulles a tí mismo
y recibes el color de un soplo,
suspiro, de una ola, voz, o tortazo.
Un color se vive con, en y por el color.
Perdido en cada ausencia de su esencia,
inasible, incapaz de ser medida.
Una vez realizada la pérdida
ésta no es reparable.
Uno está perdido
sin nada más que uno mismo,
que es el color.
Esencias que se difuminan
en el suspiro o tortazo,
lleno de pupila agigantada
por la vivacidad llena.
El color es todo,
dónde buscarse, dónde perderse,
cada cifra del “no” y del “sí”,
medida y sin medir.
Un color es la sombra de nuestra caída.
Y todo lo que no se ve
y se extiende en el horizonte
de nuestros prismáticos para divisar colores.
Puedo sentir tu color,
con mi prismático de pérdidas,
de sombras de caída,
antes de que el cuerpo se engulla,
antes de que el beso queme,
antes de que el ojo se cierre.
Klein no salta al vacío,
hay un color que le espera,
en ese momento que ilustra mi habitación
en un lugar sagrado,
como un animal de nubes.
Guardado todo con tanto celo.

20 comentarios:

  1. bueno, y es hermoso y leo agradecido como si no tuviera importancia lo que has hecho y no la tiene pero, bueno, la tiene.

    he tenido taanto miedo taantas veces que me hice valiente. no por nada, por caminar.

    decidí hacerme normal muy pronto, a las primeras de cambio. con el tubito de serotonina regando donde se le antoja y, bueno, tengo fregona (mocho, se le dice aquí).

    un tipo normal y corriente, claro, aprecia mucho más el gesto que has tenido conmigo, querida mariel, que un señor, digamos, con bigote y cargo. así que de tan normal y corriente como soy, hasta me parece normal que me digas cosas así (a mí y a todos). que me hables, nos digas, que el color es algo tan así, verdad, que pongo un puntito al final del texto y todos comprenderán mi emoción.

    ò.

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  2. Gracias por este cromatismo de índigos y cobaltos que reflejan el cielo de los poemas, del viento en fuga hacia los días.


    Un gusto leerte por vez primera.


    Saludos...

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  3. Qué texto divino, Mariel, ¡escribís tan bien!.¿Sos artista plástica además?
    Le voy a recomedar este post a mis amigos pintores, y a los otros tambien.

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  4. Iba yo buscando un azul en el que entrar y nadar y no salir, y he dado con este espacio, con el azul de Yves Klein que siempre me ha cautivado, con este rincón, esta zona infinita de sensibilidad. Y ha sido un placer.

    Un dulce beso.

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  5. Un color es una buena ocasión para poner a prueba una estrategia de desaparición-aparición. Abandonar el mundo por unos instantes, perdernos en un color y luego volver a nuestras tar(e)as cotidianas, embadurnados, ebrios de bautismo cromático.

    Me gusta que hayas dedicado este texto insondable-polimorfo, de generosidad a quemavida, a un ser que no necesita comprenderlo porque lo vive. Un búfalo que ya hace tiempo que abandonó el revés de la trama en que otros proyectamos nuestras perplejidades, mientras nos quede aún...

    abrazos

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  6. Me dejas fuera de juego porque soy, ahora, principiante en la degustación del color. Y en todo asunto en lo que me convierto en principiante acabo por ser "eterno principiante". Llevo, realmente, pocos meses indagando en el color y, por eso, tu texto reverbera en lo que ahora estoy pensando y que tiene que ver con esa cuestión (y otras). El color es "interesante", en el sentido que daban a esa palabra los románticos. Copio y pego tu reflexión.

    Discrepo de tu percepción de la línea quizás porque no me gusta la abolición del lenguaje y la cifra, el hundimiento en el silencio. Como ya sabes soy místico pero sólo hasta el mediodía (Como decía, creo, Bergamín: "Con los comunistas hasta la muerte pero ni un paso más"). En la luz solar creo en el límite, el cierre, el estrangulamiento de la sublimidad del color. Y, más tarde, dejo que el color - el azuloscurocasinegro - vuelva a imponer sus exigencias, que no caben en protocolo ni en línea, ni en grieta ni en ecuación. Nado siempre con el patito salvavidas. Quiero a la línea y a su quiebra ( a la cruz y al cruce) y a la unión de todas las estrellas del cielo en constelaciones trazadas con tiralíneas.

    Magnífico. Seguiré meditando, en azul, sobre ello.

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  7. Digamos que el color vendría a ser el lenguaje perfecto. Pero difícilmente la gente esté dispuesta a sumergirse en el color. De modo, que es probable que te encuentres solo adentro de un color. En realidad, no estarías adentro de un color sino que vos mismo serías color.
    Hay unos colores muy oscuros que me gustan y que me parece, sólo los vi en las películas de Lynch. Si, me gustan pero también me inquietan.
    Quizá, yo prefiera ser una melodía. O no sé. Un beso ebrio.

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  8. A parte de que Klein siempre me ha parecido una soberana tomadura de pelo tu texto bellísimo habla de esas realidades que todos sospechamos. Se entra en un color, se permanece en un color, pero no se sale como "tampoco se sale de la infancia ni de los grandes amores". Gran verdad, intensa, diaria casi. Y eso me recuerda... como siempre, un texto de Mariel me recuerda algo... Me recuerda esos ejercicios de cromoterapia que consistían en imaginarte dentro de (o mejor fundido en) un haz de luz. Dependiendo de tus necesidades, así era la luz. Puro ejercicio mental, visualización. De fondo una música suave, algo de piano o violín. Y al abrir nuevamente los ojos salías reforzado o relajado o transformado. Otro experimento consistía en combinar cromoterapia con gematerapia y musicoterapia. O sin gemas: la máquina de la felicidad llamaron a ese particular invento que, por si la felicidad fuera poco reclamo, invitaba a dejar de fumar sin mono de paso. Y otro experimento todavía, también de alguna manera relacionado con los colores. Se tomaba un color de los siete principales, una nota de las siete principales, un sabor de los cinco principales, se combinaban y se anunciaban, tras una breve meditación, experiencias incorporeas, hilos de plata, chakras... en fin, un festival de lo paranormal. Colores, Mariel, la vida en un solo color, o en varios. En una sola entrada de tu blog, o en varias. Besos cómplices.

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  9. Esta es la mas dulce descripcion de la entrega total. La rendicion conciente e incondicional hacia lo que uno se entrega, con la total conviccion de que nunca se volvera a ser el mismo; que uno tornara hacia el color de que se trate.
    Un homenaje al aprendizaje sensorial, que por otra parte, no puede ser practicado si no es de manera total e incondicional.
    Del que no se sale sino como las mariposas, luego de la transformacion, mejorado y embellecido.
    Vos y las mariposas saben de que hablo.
    Mi corazon azul te da besos con alitas.
    Te quiero.
    Vani

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  10. Mariel, no es que tenga mucho trabajo, es que no saco la cabeza, así y todo, me he tomado un respiro, muy pequeño, para decirte cuánto me ha gustado tu texto.
    Precisamente cuando me siento así, sin aliento, miro a Yves Klein. Y también cuando lanzo mensajes en botellas (fue la segunda entrada de las amapolas): http://amapolasenoctubre.blogspot.com/2008/04/mensaje-en-una-botella-el-da-ha.html
    Gracias por traérmelo aquí, junto con tus hermosas palabras.

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  11. Cada tanto emerjo de este verde en el que trato de empaparme hasta los huesos durante el sueño, y que me sigue con una persistencia imperceptible por la vida. Los ojos de mi madre, para comenzar.

    Mariel, sigo leyéndote siempre, y cuando encuentro un post como este -que me rebalsa, me excede y me colma- no puedo menos que tirarme a esta pileta azul para bracear unos instantes.

    Mejor que hable otro por mí y describa mi relación con el verde, surgido de mi analfabetismo para mezclar las témperas. Besos neófitos.

    Verde que te quiero verde.
    Verde viento. Verdes ramas.
    El barco sobre la mar
    y el caballo en la montaña.
    Con la sombra en la cintura
    ella sueña en su baranda,
    verde carne, pelo verde,
    con ojos de fría plata.
    Verde que te quiero verde.
    Bajo la luna gitana,
    las cosas le están mirando
    y ella no puede mirarlas.

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  12. "A un color se entra con el cuerpo y con todo lo que hay adentro. Del cuerpo y del color."

    He sentido pasmo y envidia sana ante tu poema filosófico en prosa: dos veces he intentado trasmitir por escrito mis sensaciones de inmersión en el color (a partir de Rothko y de Bacon) y las dos veces consideré haber fracasado por completo. Algún día tendré que recurrir a plagiarte...

    Gracias por seguir alimentándonos así.

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  13. Es una prosa preciosa. Mariel me encanta como escribes, no puedo decir más.
    Cada vez que te leo me pasa lo mismo.

    Un abrazo.

    (Soy Lola)

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  14. ...Es curioso, Mariel, recuerdo la primera vez que ví el cuadro de Yves Klein, en el Museo Thyssen de Madrid...
    ...No podía apartartarme de él, o, mejor dicho, no podía salir de él, porque ese azul insondable me atrapó como la alta mar. Estaba preso, profundo, ahí, sumergido...
    ...Un abrazo...

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  15. Iba a detenerme más, pero pienso que a veces no hace falta, sobre todo, porque a esta mezcla asisto mezclándome con Girondo...para abrazar los puentes que invisibles nos transitan.



    La mezcla

    No sólo
    el fofo fondo
    los ebrios lechos légamos telúricos entre fanales senos
    y sus líquenes
    no sólo el solicroo
    las prefugas
    lo impar ido
    el ahonde
    el tacto incauto solo
    los acordes abismos de los órganos sacros del orgasmo
    el gusto al riesgo en brote
    al rito negro al alba con su esperezo lleno de gorriones
    ni tampoco el regosto
    los suspiritos sólo
    ni el fortuito dial sino
    o los autosondeos en pleno plexo trópico
    ni las exellas menos ni el endédalo
    sino la viva mezcla
    la total mezcla plena
    la pura impura mezcla que me merme los machimbres el almamasa tensa las tercas hembras tuercas
    la mezcla

    la mezcla con que adherí mis puentes

    Oliverio Girondo


    Un abrazo fuerte,
    Arturo

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  16. Oscar: vos sos el color. yo te miro. tu M.

    Angel: Gracias por estar acá. "El viento en fuga hacia los días". Esas palabras me llenan los pulmones de oxígeno. Volvé. Tu noctambularia casa invita al regreso. Un beso, manzana mordida.

    María: Y vos me ayudás a mí y, entre las dos, vemos. De a dos, sumando los ojos. Un abrazo.

    Emy: No, no tengo ese don. Me rindo ante quienes sí lo tienen. Me dan tanto, tanto, me enseñan a mirar y a pararme de otra forma, a constatar que dos más dos no es cuatro. Qué hermoso tener amigos pintores. Besos, muchos.

    Stalker: Sí, sí. Irse a un color y volver embadurnado de arriba a abajo, por dentro y por fuera. Y oscar que no necesita entenderlo, porque lo vive (él que es insondable, polimorfo, búfalo). Un beso del color que necesites, hoy.

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  17. Luna de Papel: Quiero que entres, que nades y no salgas. O que salgas un rato. Pero que vuelvas. Besos anfibios.

    Bicéfala: Yo soy una eterna principiante, de todo. De chiquita tenía un patito salvavidas que se llamaba Apolinario y mi papá me alzaba en la terraza de la casa para enseñarme el nombre de las constelaciones. La que más me seducía era Andrómeda (porque era esdrújula y porque después supe su historia y tenía que ser así). Tantas veces quiero que la línea se esfume, se desvanezca, que no esté ahí. Que ahí donde estaba la línea solo haya una pura experiencia sensorial y que no sea necesaria su traducción en palabras. La epifanía, sí. Ahora los patitos salvavidas se han transformado en planos de color, entre otras cosas. Y las intersecciones en cruces entre criaturas animadas por las mismas pasiones (como los pájaros chinos y las tortugas de dos cabezas). Besos que te interpelan (como los colores).

    Darío: Sí, eso. Llegar a confundirse con el color, mezclarse (hasta no saber donde empieza uno o el color acaba). Ahí, aunque estuvieras rodeado, estarías solo. ¿Serán los colores de Mulholland Drive? En Lynch hay una gran influencia de Bacon. Que atrae e inquieta (términos reversibles). Un beso ebrio. Un barco ebrio. Un bateau ivre (como el de tu amigo que revolucionó el lenguaje y se fue a Africa, a traficar armas).

    Ramón: A mí me hace muy bien ... visualizar colores. Cromoterapia, sí. Me pinto los órganos por dentro, desde la garganta hasta la pelvis. Lo que me lleva más rato son los intestinos (son muy largos). Y mientras lo hago, tengo mis piedras de amatista en las manos. Cada día. Así que me has visto. Tenías que verme. Tenés el don de ver, a través del mar. Besos cómplices, sí.

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  18. Sis V.: Sí, es la bandera blanca de la rendición, que te pone a salvo de la roja (mar picado y estado de emergencia). Puro sentido (pero de los del cuerpo, no la cabeza que todo lo nubla y atormenta). Yo te quiero, también. Sis M.

    Bel: Gracias por tu respiro, tan bienvenido. Qué sincronía (no azarosa) que en el inicio de tus amapolas en octubre estén ... las personas echándose a volar imaginadas por Klein, como tu mensaje o la botella que lo contiene y lo custodia. Cuando el aire falta, el azul Klein, el IBK, es un tubo de oxígeno. Besos con aroma a azaleas de septiembre que empujan en mi balcón.

    Pilar: Te extrañaba. Me alegra tanto que estés ahí, cada día. Las cosas te miran y vos sabés mirarlas. Si no fuera así, no elegirías el verde-Federico ni navegarías en los ojos de tu madre ni te empaparías hasta el hueso. Voy a subir tu poema (porque te lo apropiaste legítimamente y lo hiciste tuyo), para que el verde le haga compañía al azul. Besos legos y de colores que serenen el cuerpo y le permitan flotar, en todos los sueños de toda la noche.

    Rubén: Ya quisiera ver yo tus palabras sobre Rothko y Bacon para robártelas. Soy yo la que se alimenta. Te comería.

    Lolette: Me encanta el "Soy Lola", me alegra cada vez que veo el (Soy Lola). Ya sé que sos Lola aunque no lo digas, porque aprendí a reconocer tus palabras, pero me encanta que lo digas, es como un "acá estoy", "acá vengo con lo que soy", "Lola ha llegado". Y lo que es precioso es que a mí me pase siempre lo mismo, cada vez que te leo, en haikus o escaleras o en (Soy Lola). Besos que baten las alas.

    Migue: Presiento que el mar es tu hábitat. Nunca saliste del mar. Sos como el protagonista de "Azul profundo". Pero ni se te ocurra irte a vivir con los delfines. Besos bajo la línea de flotación.

    Arturo: Sí que nos transitan los puentes. Nos transitamos uno al otro, reconociéndonos. Que hermoso que te mezcles, así. Y que rescates un poema no tan conocido de Oliverio, creo, que ya mismo subo junto al verde lorquiano de Pilar para que se funda con el azul de Klein. Un abrazo inmenso.

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  19. Dijo Portinari, a quien el pájaro insiste en devorar sus palabras, para servírselas rápidamente a su corazón:

    "A un color se entra desnudo, sin cuerpo, de sí. Lleno, sin embargo, el recipiente de deseo, locura, vibración emotiva. Lleno de lágrimas. Lleno de búfalos que no se ven, de los pedazos nuestros esparcidos al ser cortados por la red que nos sujeta. De ojos abiertos sin ser ojos, de pupilas dilatadas dispuestas a recibir el color en ellas, por entero.

    Un color se devora a dientes llenos, a boca abierta de mandíbula desencajada. Con manicomio enfurecido allá, donde vigilaba la testa, al mismo tiempo que te engulles a tí mismo y recibes el color de un soplo, suspiro, de una ola, voz, o tortazo.

    Un color se vive con, en y por el color. Perdido en cada ausencia de su esencia, inasible, incapaz de ser medida. Una vez realizada la pérdida ésta no es reparable. Uno está perdido sin nada más que uno mismo, que es el color. Esencias que se difuminan en el suspiro o tortazo, lleno de pupila agigantada por la vivacidad llena.

    El color es todo, dónde buscarse, dónde perderse, cada cifra del “no” y del “sí”, medida y sin medir. Un color es la sombra de nuestra caída. Y todo lo que no se ve y se extiende en el horizonte de nuestros prismáticos para divisar colores.

    Genial texto Mariel; puedo sentir tu color, con mi prismático de pérdidas, de sombras de caída, antes de que el cuerpo se engulla, antes de que el beso queme, antes de que el ojo se cierre.
    Klein no salta al vacío, hay un color que le espera, en ese momento que ilustra mi habitación en un lugar sagrado, como un animal de nubes. Guardado todo con tanto celo…"

    Y lo que dice Portinari es un poema, que subo con el verde lorquiano de Pilar y la mezcla-Oliverio rescatada por Arturo, para que se devoren y se mezclen en el azul Klein.

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